Charlotte Perkins Gilman
Charlotte Anna Perkins fue una intelectual norteamericana multidisciplinar, muy activa en defensa de los derechos civiles de las mujeres entre finales de 1890 y mediados de 1920. Su obra más conocida es El papel pintado amarillo publicada en 1892, un relato breve con tintes autobiográficos escrito tras una profunda depresión postparto. Su utopía Herland (1915), es considerada la precursora de la ciencia-ficción feminista moderna. Su figura servirá de modelo para futuras generaciones de mujeres debido a sus ideas y su estilo de vida poco ortodoxo para la época.
Charlotte nació en el estado norteamericano de Connecticut el 3 de julio de 1860 en la localidad de Hartford. Hija del matrimonio entre Mary A. Fitch Westcott (1829-1893) y Frederic Beecher Perkins (1828-1899) junto a su hermano Thomas Adie Perkins (1859). Sus otros dos hermanos Thomas Henry (1858) y Mery Clarissa (1866) no llegaron a cumplir el año de edad.
Biografía
Charlotte Perkins Gilman nació el 3 de julio de 1860 en Hartford (Connecticut). Siendo niña, su padre abandonó a la familia. Debido a que su madre era incapaz de mantenerlos, los Perkins se criaron con unas tías, entre ellas Harriet Beecher Stowe, la autora de La cabaña del tío Tom. A la edad de dieciocho años, Charlotte ingresó en la escuela de diseño de Rhode Island. En 1885, un año después de casarse con el pintor Charles Walter Stetson, tuvo una hija, Katharine, y al poco tiempo se hundió en una profunda depresión. Pasados unos meses, Charlotte decidió abandonar el tratamiento y se separó de su marido, algo insólito en la época. Tras la separación se marchó a vivir con su hija a California, donde participó activamente en varias organizaciones feministas y reformistas. En 1900 se casó con su primo Houghton Gilman, con quien tuvo otro hijo, Yadir. De 1909 a 1916 dirigió una revista feminista, The Forerunner. Enferma de un cáncer de mama incurable que se le había diagnosticado en 1932, se suicidó el 17 de agosto de 1935.
Sus obra
El papel pintado amarillo
Tras dar a luz a su primera hija, Charlotte Perkins Gilman cayó en una profunda depresión. Esta se agravó cuando, tras consultar con un famoso especialista en lo que entonces se consideraban trastornos femeninos —que eran poco más que enfermedades imaginadas… por los médicos—, fue obligada a guardar un absoluto reposo. Fruto de ese estado de alteración mental surge el breve relato de El papel pintado amarillo, que tiene la virtud de ser un fantástico texto sobre la locura, a la vez que un alegato feminista.
Reseña
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La protagonista del relato, trasunto de la propia Charlotte, se obsesiona de manera insana con el papel pintado que decora la habitación donde se ve obligada a estar recluida, en un reposo forzado. El dibujo del empapelado la obsesiona cada vez más, durante horas sigue y resigue sus formas confusas que se extienden a lo largo de toda la pared, hasta que poco a poco no puede pensar en otra cosa. Cuando su delirio aumente, la joven creerá haber descubierto una mujer apresada tras el enrejado que forma el dibujo del papel pintado.
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La narración en primera persona de la obsesión que,
día tras día, va acercando a la protagonista a la locura
es probablemente el aspecto mejor logrado del relato.
La narradora parece lúcida al describir el desvarío
alucinado que se va apoderando de ella, contra el
que no opone ninguna resistencia. Como le sucedería
décadas más tarde a la protagonista de La campana
de cristal de Sylvia Plath, la locura parece una opción
mejor que una realidad imposible de ser vivida.
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La mujer encerrada tras el papel pintado, que no por casualidad
se materializa en las noches de luna llena, es sin duda el
símbolo de la insania que aqueja a la narradora, pero es
también la representación de una mujer apresada que lucha
por liberarse.
Tal era el estado de Charlotte Perkins Gilman condenada
por prescripción facultativa a llevar una vida tan hogareña
como fuera posible, en la que no debía realizar más de dos
horas diarias de vida intelectual; pero era también la situación
de miles de mujeres, encerradas en un rol de esposas y madres
que cercenaba cualquier aspiración de independencia o vida propia.
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La presente edición de El papel pintado amarillo, bilingüe, incluye además de un extenso e interesante prólogo un breve texto a modo de posfacio titulado “Por qué escribí El papel pintado amarillo” en el que Charlotte Perkins Gilman da cuenta del motivo que le indujo a poner por escrito sus experiencias tras ser erróneamente diagnosticada y tratada. Su intención era tanto mostrar al médico (el por entonces reputado neurólogo Silas Weir Mitchel) lo desatinado de su tratamiento, como impedir que otras mujeres pasaran por un trance similar. La autora da cuenta de cómo solo mejoró cuando dejó de lado los consejos del doctor y regresó a la vida activa, al trabajo, sin el cual “uno es pobre y un parásito”.